Tú, taurino; tú, que dices amar la tradición más que a nada en el mundo, que defiendes tu cultura por encima de todo, que te enorgulleces de las idiosincrasias de tu país de origen. Tú que haces alarde de satírica desfachatez y dices llamarte "humano".
Tú, taurino; tú, que te regodeas con mi estoico calvario, tú que te apropias de una injuriosa moral, y disfrazas su encarnizada esencia con injustificables excusas.
¿Qué te he hecho yo? ¿Qué te he hecho yo, para que desfigures mis sollozos, para que mutiles mi talle, para que degrades mi ser? ¿Qué te he hecho yo, para que te proclames mi superior, ataviando tu saña con una ficticia osadía de la que yo apenas puedo hacer acopio? Pues tu sadismo se agazapa tras un velo de adjetivos irrisorios, aquellos que hacen alarde de intrepidez, de valentía. Valentía, como si fuera yo la bestia, y no al revés.
Tú, taurino; tú, que me privas de una vida apacible y mansa, para regocijarte vilmente a costa de tormentos ajenos. Tú, que haces que este sureño paraje europeo se sonroje con el tinte carmesí de la sangre que me usurpas. Tú, que silencias la etérea hermosura de tu tierra con el eco de mi último gañido.
Pero, ¿sabes, taurino? No rogaré clemencia. Esperar compasión por parte de un ser carente de piedad resulta un lance de incalculable envergadura. Mas mi corazón aún late, trémulo y heroico. Acompasa el augurio de un mundo que yo ya no moraré, pero que se adivina mejor, un mundo donde el bien del prójimo constituirá la mayor de las eminencias; un mundo donde el placer correrá a cargo de la dicha y de la generosidad, de la empatía y del respeto.
Te perdono, taurino. Perdonaré cada estocada, cada lanceo, cada vítore a expensas del sufrimiento en el que tú crees encontrar deleite. Y lo hago en nombre de una sociedad en la que tú, taurino, te despojarás de tu venda y comprenderás que, cual joven que presume de madurez pero teme envejecer, la vida es demasiado fugaz como para empobrecerla con una lanza en las manos. Y mis ojos, ciegos ya, aún divisan la nacarada promesa de dicha sociedad, más justa, e infinitamente más bella.
Una sociedad en la que, por fin, podrás llamarte "humano".
Addah Monoceros.